miércoles, 5 de noviembre de 2008

En el suspiro que dejó la mañana, el alba reconoce su perfume de esperanza triste que no me dice cuándo la luna llegará con el rocío de las luciérnagas que alumbran a los olmos de aquellos poemas sin sentido.
No sirve cantarle a las hojas de otoño que la cuna baila en aquellas miradas desafiando el vacío de un desolado solar cuando el locus llora por su locura, en la que cada cristal de nieve se vuelve marrón ante la jauria de magnolias que se quedan solas ante la suerte de mirar aquél trigal sin sueño.
En el despojo de la belleza de los tulipanes visten los cuervos con su casimir inglés dejando que el palpitar de las notas redecoren los siglos con su sueño color carne y olor a sequedad de oleaje de mar entre palabras que se vuelven locas por el estridente respiro que se vuelve sordo y va caminando rompiendo todo.